La bailaora Cristina Hoyos es, desde anoche, Premio Corral de Comedias 2025 del Festival de Teatro Clásico de Almagro, tras recibir el galardón en el acto de apertura celebrado este jueves 3 de julio en el emblemático teatro almagreño. Un reconocimiento que la artista ha recibido cercana, emocionada y agradecida.
En la mañana del jueves la directora del Festival, Irene Pardo, señalaba que con este galardón el certamen subraya la «trascendencia de Cristina Hoyos en las artes escénicas y la danza en España y como figura internacional».
“Es la primera vez que se da este premio a la danza y tiene que ver con esa idea de un festival más complejo”, ha advertido Pardo. “Coincide con el hecho de que el Museo Nacional del Teatro se ha renombrado Museo Nacional de Artes Escénicas, así que vayamos desdibujando los límites, quitando las etiquetas o, en lugar de quitarlas, sumarlas”, agregaba Pardo.
Acompañada por su marido, el bailaor Juan Antonio Jiménez —inolvidable como “el novio” en el montaje de ‘Bodas de sangre’ de Antonio Gades y Carlos Saura—, Cristina Hoyos ha compartido su alegría, su arte y sus recuerdos.
“Nací en Sevilla, en el Corral Trompero, en la calle Vírgenes. Al lado estaba la calle Almirante Hoyos, que bromeaba yo que sería mi abuelo”, rememora. “Éramos una familia pobre pero mi padre hizo unos trabajos y con ese dinero compró una radio. Yo la escuchaba y me ponía a bailar, sobre todo las cosas de Lola Flores y toda esta gente. ¡La vecina de abajo se quejaba porque se le caía todo!”.
Hoyos ha tenido también unas palabras para sus primeros maestros. “Con Adelita Domingo fue con quien yo empecé. Era sobre todo era maestra de cante y fue quien me preguntó: ‘A ti, ¿qué te gusta más? ¿Bailar o cantar?’ Le respondí: ‘A mi, bailar’. Y me ponía a bailar todo tipo de músicas. Y así empecé enseguida en el teatro San Fernando de Sevilla. Al poco tiempo yo ya dirigía todo. Estaba siempre allí metida, era la primera que llegaba y la que se iba la última. Eso lo tengo yo dentro”.
O también de Enrique el Cojo, “que tenía de todo, el pobre: era bajito, gordito, no oía nada, tenía un pie más alto que el otro. Pero era una maravilla. En algunos momentos se fue a trabajar con Manuela Vargas, una gran bailaora, pero a quien aplaudían era al Cojo”.
“Cuando subo a un escenario siempre me entra algo adentro y me olvido de lo demás. Mi cabeza está en mis brazos, en mi mirada, para que el público vea que esto es para vosotros. Lo hago con el corazón, las tripas… con todo. ¡Y con mis brazos, claro!” enfatizaba Hoyos.